
Materias Pendientes.
La pasada Noche Buena asistimos al primer discurso de navidad del Rey Felipe II. El cambio generacional de la corona, la situación económico-social del país y los casos de corrupción que salpican a la familia del Rey, convertían a este discurso en uno de los más esperados de los últimos años. Superando los ocho millones de espectadores, la felicitación navideña de Don Felipe se convirtió en el discurso de navidad mas visto desde 2008. Sin embargo y a pesar de la expectación generada, las palabras de Felipe fueron meridianamente elegidas para ofrecer un discurso de obligado posicionamiento en lo correcto.
Tolerancia cero frente a la corrupción, solidarización con las personas en situación de desempleo y la unidad de una España diversa (sin adversarios) frente al proceso secesionista catalán, fueron las líneas que marcaron el mensaje. La reflexión es evidente, en una monarquía parlamentaria como la nuestra ¿Podría haber dicho otra cosa?
Lo que sí es cierto es que la nueva Casa Real ha querido desmarcarse del reinado de Don Juan Carlos con un acogedor salón en vez de un decimonónico despacho, una generosa flor de pascua y presente árbol de navidad frente a un reducto, en espacio y tiempo, portal de belén y una amable presencia de la
Familia Real y la Reina consorte frente al protagonismo individual de Juan Carlos. Nuevos envoltorios para una institución arcaica per sé, que pretende adaptarse a los tiempos que corren con el objetivo de evitar ser la cabeza de turco de la amalgama de cambios y renovaciones que necesita España.
Sin embargo, y obviando las evidentes reacciones por parte de los políticos (igual de esperadas que el discurso del rey) o la chirriante escenografía en la que un Jefe del Estado a razón de sangre, desde un salón de la Moraleja me describa lo mal que lo estamos pasando; sí que me gustaría felicitar a la persona que haya escrito el discurso.
El susodicho ha sabido reflejar y mostrar a un gran número de espectadores las dificultades reales de nuestro país y los retos que debemos asumir. Un mensaje dirigido a los políticos y a la ciudadanía, para que este año que entra, nos pongamos el propósito de realizar ese repetitivo decálogo de tareas como son el cambio constitucional, el cambio del modelo productivo, el apoyo a los emprendedores, la lucha contra la corrupción o la cimentación de nuestro estado de bienestar, para así conseguir evitar, que se convierta en el me apunto en el gimnasio, me pongo a dieta o aprendo Inglés, que muchos de nosotros amargamente nos proponemos con la corta esperanza ingenua de conseguir.
A escasos tres días de terminar el año ya puedo confesar, y seguramente de manera parecida a ustedes, que tengo 365 días para aprender inglés y poder irme a trabajar a Estados Unidos, conseguir entrar en una talla 38 y discutir menos con quienes comparto mi vida. La situación en la que nos encontremos el 31 de diciembre de 2015 es una incertidumbre, pero si quepo e un 38 o puedo bromear en Inglés, sé que mi país será un país mejor.
Desgraciadamente, los ciudadanos desconocemos el poder y la responsabilidad que tenemos como ciudadanos del devenir y la situación de nuestra nación, solo espero que si las cosas no han cambiado en 365 días no le echemos la culpa al de al lado. De ser así, no tendríamos el café amargo suficiente para subsanar el tiempo perdido o de revertir la falta de catadura moral a la hora de asumir responsabilidades. El cambio empieza por uno mismo.
Feliz año a todos y Felices deseos.
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La opinión dominical BdD.
Fin de año 2014
Num. 2

