Cada vez más las caferías del centro de ciudades como Madrid, Barcelona o Valencia anuncian, habitualmente en roñosas pero auténticas pizarras a pie de calle, menús específicos para disfrutar de un buen brunch. Pero ¿Qué es esto del Brunch? Pues no es otra cosa que la unión de dos palabras inglesas  breakfast (desayuno) y lunch (comida) o lo que es lo mismo, el coffe break, el almuerzo, o el bocata de embutido que llevábamos a la escuela para comer durante el recreo.

La esencia  es esa, saciar el gusanillo que nos entra a mitad mañana y recargarnos las pilas para afrontar con  energía el resto de la jornada de trabajo. Una práctica, más que saludable, para mantener el peso y una dieta equilibrada.  Centralizar nuestra ingesta de alimentos, especialmente calóricos, en las primeras horas del día es esencial para mantenernos en nuestro peso sin pasar hambre.

Sin embargo, hay que ser sinceros, el brunch está envuelto en un halo de elegancia chic,  cool style life y para qué negarlo, de ese “postureo” que tanto nos gusta. Pero ¿Por qué? A pesar de que  el origen del brunch nace en la ciudad de Nueva York, a raíz del hábito de los vecinos del Bronx de salir a comer algo después de misa. Su nacimiento, tal  y como lo conocemos ahora,  fue  en respuesta a una manera original de recuperar las fuerzas, durante las mañanas del fin de semana, después de la fiesta y las copas nocturnas de la alta sociedad. Ya sea una tapa de tortilla de patatas acompañada de una caña en la barra de un bar, aquí en España, o unos huevos Benedictine y un Bloody Mary en una azotea de Nueva York,  a todos nos entra el hambre a mitad mañana.

Descubrir nuevas recetas, nuevos lugares y nuevas formas de matar ese gusanillo que aparece cuando el día se convierte en tarde, es sin duda, una agradable manera de pasar una agradable mañana de domingo solo o en compañía